Nobel de Economía: «En 2020 la crisis será un episodio histórico más»

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Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015 es una de las voces más respetadas para hablar sobre desigualdad en el mundo. Una de sus preocupaciones centrales en la última década ha sido los efectos de la crisis mundial al ciudadano de a pie. El no se calla nada. Es incómodo, frontal, para quien no quiere enterarse de lo evidente.

CRÓNICA VIVA reproduce una entrevista que ofreciera antes de que se le otorgue el Nobel de Economía en momentos en que, especialmente Europa, miraba con temor el futuro.

En tiempos de crisis, ejércitos enteros de economistas y gurús de las finanzas se afanan en descifrar las claves del déficit, la ciencia detrás de la prima de riesgo o los daños colaterales de las políticas de austeridad. Mientras sus colegas se detienen en los grandes números, el economista británico Angus Deaton se ha convertido, desde su cátedra en la Universidad de Princeton (Nueva Jersey), en la voz más respetada del mundo sobre los efectos que la crisis tendrá en algo más sencillo, pero probablemente más importante: el bienestar. Su método no consiste en escudriñar los mercados en busca de respuestas encriptadas, sino en hacer preguntas sencillas: «¿Cómo te va la vida? ¿Experimentaste tristeza o alegría ayer?».

De las respuestas nació un estudio, firmado junto al premio Nobel Daniel Kahneman, que en 2010 cifró en 75.000 dólares anuales el salario perfecto para alcanzar la felicidad. A partir de esa cifra, cree Deaton, este estado de ánimo no crece de forma exponencial. Dicho de otro modo, por si a alguien le consuela, las astronómicas remuneraciones de ciertos ejecutivos no les hacen mucho más felices, por mucha satisfacción y otras sensaciones positivas que estas les proporcionen.

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Vivimos en la era de la austeridad. ¿Abrocharse el cinturón es la única manera de salir de la crisis?

Mi instinto siempre ha sido estar en contra de la austeridad, pero ya no estoy tan convencido. Cuando era joven y Margaret Thatcher era primera ministra del Reino Unido, su programa de austeridad nos pareció terrible, pero está claro que a largo plazo funcionó. Por un lado, la austeridad está empeorando la situación, pero teniendo en cuenta que países como España o Grecia están encerrados en el euro no sé si hay otra salida.

Las medidas de austeridad, en todo caso, no parecen apaciguar a los mercados, más bien al contrario. ¿Por qué?

Es difícil saberlo. Lo que la mayoría de la gente dice sobre el funcionamiento de los mercados no tiene sentido. Decir que la Bolsa ha subido hoy porque ha sucedido tal cosa es un cuento chino. Al día siguiente ocurre lo mismo y se hunde. Y hay buenas razones para que así sea. Si los mercados fueran predecibles, sería más fácil hacerse rico.

¿Hay alguna buena noticia en la situación actual?

Sí, pero a largo plazo. En el futuro se tendrá más cuidado con las soluciones tecnocráticas. En el Reino Unido, y sé que en Francia es igual, los altos funcionarios del Estado son los mejores y los más listos del país. Pero acumulan mucho poder porque, cuando un gobierno se va y entra otro ellos se quedan. En cierta forma, son quienes gobiernan el país. Conozco a muchos porque coincidí con ellos en Cambridge y ahora son todos lord o sir. El problema es que esa gente no es escogida democráticamente y pueden acumular un poder enorme que les permite gestionar el mercado común o construir el euro. La democracia debe estar por delante.

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¿Poner un tecnócrata al frente del Gobierno, como sucede en Italia, puede ser una solución de emergencia?

Es una situación terrible, pero a veces no hay otra opción. Es irónico, porque los países periféricos, como España o Grecia, estarían en una situación mejor si el euro nunca hubiese existido, pero para ser justos hay que decir que fueron ellos los que más interés, por razones políticas, tenían en entrar en el euro.

Liberalizar el mercado laboral y flexibilizar el despido son las recetas que nos venden para salir de la crisis. ¿De verdad se puede combatir así el desempleo?

La historia nos enseña que a los mercados les gustan ese tipo de medidas porque estimulan el crecimiento. En Estados Unidos es muy fácil despedir a alguien y, como resultado, el mercado laboral produce muchos puestos de trabajo. La pregunta es si es mejor un país cuyas tasas de desempleo oscilan entre el 15 y el 20 por ciento pero en donde los que trabajan tienen un puesto seguro, o un país con un 5 por ciento de paro en el que los trabajos no sean tan seguros. Yo apostaría por el modelo americano.

La pregunta del millón: ¿cuándo saldremos de esta?

Históricamente, la salida de las crisis es muy lenta. Y no sé si los legisladores pueden acelerar ese proceso. Por otra parte, habrá una recuperación. El mundo no está derivando a una situación de depresión permanente. Puede que empeore más antes de mejorar, pero hay que ser optimistas. Hemos estado aquí antes, hemos vivido etapas de austeridad y, al de un tiempo, la gente se olvida y el mundo se recupera. En 2016 estaremos mucho mejor y en 2020 la crisis será un episodio histórico más.

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¿Y volveremos a vivir como vivíamos en 2008?

Eso creo. Aunque desde la II Guerra Mundial el crecimiento en los países ricos ha disminuido década tras década. Cuando yo era pequeño, vivíamos mejor que nuestros padres, mientras que para los jóvenes esa regla ya no se cumple. Lo más preocupante es la distribución entre la clase media, porque ahí es donde ha habido menos crecimiento en los últimos 40 años. Las familias tienen más ingresos porque las mujeres también llevan dinero a casa. Pero ¿qué significa eso? Que las ganancias han crecido, pero trabajamos mucho más para vivir igual.

¿Qué lección deberíamos aprender de esta crisis?

Que no podemos dejar que los banqueros se autorregulen. La desregularización de las instituciones financieras que se llevó a cabo durante la era Clinton fue un gran error. Todos pensamos que era una buena idea [se ríe]. Eso ilustra lo poco que sabemos. Larry Summers, el precursor de la abolición de la Ley Glass-Steagall [que separaba las actividades de la banca comercial y la de inversión], es uno de los economistas más respetados y uno de los hombres más inteligentes que conozco. Lo hizo porque, como el 99 por ciento de los economistas, pensó que era lo correcto. Pero estábamos equivocados.

¿Quién saldrá ganando de esta crisis?

Las crisis están diseñadas para beneficiar a los ricos ya que gracias a ellas les resulta más fácil reescribir las normas. Por eso, en EE.UU. la reforma educativa no avanza, porque sus hijos van a universidades privadas. Lo mismo con la sanidad. En crisis estas cosas siempre van a peor.

Ya que lo menciona, ¿es sostenible la sanidad pública?

La gente no es consciente de lo que cuesta una sanidad pública universal. El copago es una buena idea. Sin él los médicos pueden acabar convertidos en trabajadores sociales: si estás triste, vas a la consulta a que te escuchen. No se trata de dejarla en manos del mercado, pero quizá tampoco sea viable hacer un trasplante de corazón a una persona de 96 años.

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Como experto en microeconómica, ¿qué recetaría para sobrevivir a la crisis?

Es una época ideal para retomar estudios, mejorar conocimientos o cambiar de carrera y explorar aquel oficio que siempre te interesó. También es una gran oportunidad para nuevas ideas y la gente que apuesta por ellas. Otra opción es trabajar para una ONG en un país pobre o viajar. El éxito material va a ser un bien escaso por un tiempo, por eso hay que concentrarse en cosas como hacer amigos o las relaciones personales. Hay más cosas en la vida que el triunfo material.

Movimientos como el 15-M u Occupy Wall Street afirman que el capitalismo es un sistema fallido. ¿Qué dice a eso?

¿Cuál es la alternativa? ¿El comunismo? El problema siempre es el mismo: alcanzar el grado óptimo de interferencia del Estado en la economía. En cierta forma, Occupy Wall Street y el Tea Party son dos respuestas polarizadas al mismo problema. Ambos grupos se sienten atacados por el sistema, aunque sus soluciones son muy diferentes. En todo caso, es una buena noticia que la ciudadanía se movilice, porque eso es lo contrario a que los millonarios arreglen las cosas entre sí en la trastienda.

Una frase suya: «Como economista tiendo a pensar que el dinero es bueno para las personas y me alegra encontrar una evidencia de que así es». ¿Temía que no la hubiera?

Todo el mundo está de acuerdo en que, si eres muy pobre, el dinero importa. La duda surge cuando tienes suficiente para sobrevivir. La versión macroeconómica de «el dinero es bueno para las personas» es el crecimiento, pero la cuestión es: ¿mejora nuestra vida o está matando el planeta y haciendo que la gente compita para vivir mejor que su vecino? Los economistas creemos que el dinero es bueno y que, cuanto más ganas, mejor vives. No encontramos un límite a esa regla. Además, sería muy arrogante pensar que vivimos mejor que nuestros padres, pero que, por alguna razón, eso debería cambiar para nuestros hijos.

Sin límites, ¿el crecimiento puede ser sostenible?

En el pasado hubo muchas predicciones pesimistas sobre el crecimiento poblacional. Cuando había 3000 millones en el planeta, se decía que cuando alcanzáramos los 5000 sería un desastre. La gente que predicó aquello se equivocó. El mundo se ha adaptado. Cuanta más gente haya, más buenas ideas habrá para mejorar el mundo. No creo que sea accidental que los países que han tenido más éxito en los últimos 30 años sean también los más grandes: China, la India, Brasil…

Decía que hay evidencias sobre que el dinero es bueno para las personas…

Sí, cuando le pides a alguien que evalúe su vida de cero a diez y comparas el resultado con sus ingresos, ves que la gente que más gana está más arriba en esa escala.

También sostiene que el consumo es clave para el bienestar. ¿Por qué?

El bienestar puede tener muchas traducciones: una es la cantidad de cosas que tienes o lo que gastas. Eso cubre el aspecto material. Luego están la salud, la política, la participación social y cómo te sientes. Un debate interesante es saber hasta qué punto deberían los legisladores preocuparse por estos asuntos. Por ejemplo, ¿deberían los políticos en España estar preocupados por si sus ciudadanos son felices?

¿Y cuál es la respuesta?
Bueno, es lo que piensa David Cameron, quien dice que se debe mirar más allá del dinero o las tasas de paro y reparar más en el bienestar. Sarkozy opinaba lo mismo.

¿Y no lo dirán porque es época de apretarse el cinturón?

Suena sospechoso predicar la austeridad y, al mismo tiempo, decir: «El dinero no lo es todo». Pero hay un argumento válido detrás. La cuestión es decidir si la felicidad es todo lo que importa. Hay quien afirma que es así, pero no tiene sentido. Está bien ser feliz, pero no a cualquier precio.

Algunos de sus estudios sugieren que el dinero compra la felicidad. ¿Es así?

No compra la felicidad, sino la evaluación vital. Si te pido que valores tu vida, pensarás en tu educación, tu trabajo o tu estatus social. Podrías estar muy triste y, aún así, dar una respuesta positiva. Pero si te pregunto si ayer fuiste feliz, esa es una emoción diferente. Ese tipo de felicidad no es sensible al dinero, a menos que vivas en la miseria.
Sostiene que el 85 por ciento de las personas a las que se les pregunta si fueron felices el día anterior dicen que sí.

¿Vivimos en una sociedad feliz?

Tenemos una población feliz, sí. Y cuando vas a los países más pobres, esos números son parecidos.

Afirma que la cooperación puede causar más perjuicios que beneficios a los países pobres. ¿Por qué?

En muchos países de África, gran parte de las arcas públicas están financiadas por la ayuda exterior. Los gobiernos viven de eso y no se esfuerzan por recaudar impuestos. La responsabilidad con los ciudadanos se anula. Eso jamás dará lugar a crecimiento económico o a la reducción de la pobreza a largo plazo.

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Es un experto en mediciones de pobreza. ¿Cómo se establece si una persona es pobre o no?

Decidir si vivir con un dólar al día es pobreza es algo muy arbitrario. Una leve variación y, de un plumazo, 300 millones de personas dejan de ser pobres. La cantidad de gente que vive en situación de pobreza es menos relevante que si esa cifra sube o baja. Y está bajando muy rápido por el empuje de la India y China.

¿La idea de erradicar la pobreza es real o una mera entelequia?

No acepto la premisa de la pregunta. La pobreza ha sido erradicada en muchos países. No hay nadie en EE.UU. o España que viva con un dólar al día.

Eso no quiere decir que no sean pobres…

Pero no es el tipo de pobreza de un dólar al día. Ese tipo de miseria es más difícil de eliminar; significa estrechar la distribución de la riqueza. En todo caso, el crecimiento ha permitido sacar a gran parte del mundo de la indigencia. Esa es la respuesta; si es que existe una. Lo ha sido históricamente.

Entrevista: Ixone Díaz Landaluce – Fuente: https://www.finanzas.com/xl-semanal

 

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