Todos los escaparates de la Quinta Avenida de Manhattan lucen igual: enormes paredes de listones de madera levantadas precipitadamente para evitar los saqueos que acostumbran a seguir a las protestas pacíficas contra el racismo y la brutalidad policial.
Los parapetos han sido levantados en los últimos cuatro días y toda la emblemática avenida, símbolo de la opulencia y el poder de la Gran Manzana, huele a serrín.
A pocas horas de que entre en vigor el segundo toque de queda consecutivo, el centro de Nueva York parece una ciudad tomada, apenas sin autos ni gente en las calles, es como si volviera a exhibirse la pandemia del coronavirus.
Todavía un par de negocios trabajan a marchas forzadas para evitar una eventual explosión de la violencia esta noche, la quinta jornada de manifestaciones y saqueos por la muerte con tintes racistas de George Floyd a manos de un policía blanco en Mineápolis.
A menos de dos horas de que entre en vigor el toque de queda, Daniel y su compañero siguen trabajando en el escaparate de la boutique Ann Taylor. Lleva 22 años trabajando como vidriero en la empresa KFM y confiesa que nunca antes había visto esto. A contrarreloj clavetean listones de madera para proteger los caros escaparates.
«Alguna vez había puesto paneles en cristaleras rotas, pero nada como esto», dice Daniel a Efe mientras termina de colocar la estructura de madera sobre la que clavará los listones que deben tratar de cerrar todo acceso a los violentos.
Su empresa lo ha enviado desde Maryland, pero otros compañeros están haciendo lo mismo en Washington, Baltimor y Filadelfia.
Sin embargo, este operario confiesa que esta construcción de madera casi improvisada tiene más una finalidad disuasoria que de protección. «Si quieren romper los cristales los van a romper», admite, como le pasó anoche a los emblemáticos almacenes Macy’s y a tantos otros establecimientos del Midtown.
Quizá, por eso, la emblemática tienda de Apple, muy cerca ya de Central Park, ha optado por levantar una verdadera muralla de madera, andamios y acero, para evitar que se repitan los saqueos.
En toda la Quinta Avenida, paraíso de las compras de la ciudad y del lujo, apenas un puñado de locales han optado por no proteger sus cristaleras.
Entre ellas Gucci, en la torre Trump, y Armani, junto a ella, además de Nike, que han optado por recurrir a policías y a agentes de seguridad privada. Esperan que el operativo de seguridad que protege al edificio del presidente de Estados Unidos les sirva de escudo protector. Son los únicos metros en los que no huele a serrín. EFE