Con un nuevo ciclo de crecimiento económico a la vista, América Latina debe aprovechar los próximos años para diversificar su economía y, especialmente, mejorar la calidad de sus mercados laborales, advierte Naciones Unidas.
«Debería ser la ventana de oportunidad, ahora que hay dinamismo, de empujar a una diversificación productiva mucho más agresiva», defiende George Gray Molina, economista jefe para América Latina y el Caribe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
En una entrevista con Efe en vísperas del Foro Económico Mundial de Sao Paulo, este experto explica que la transformación económica es fundamental para seguir avanzando en la lucha contra la pobreza y contra la exclusión, tras los progresos logrados en la primera década de este siglo.
Durante aquella etapa del «boom latinoamericano», la región consiguió sacar de la pobreza a 74 millones de personas, pero la desaceleración posterior devolvió a unos 18 millones a esa situación.
Ahora, subraya Gray, la receta no puede ser la misma que entonces: «El mayor peligro sería pensar que más de lo mismo va a resultar en mayor logro social y económico».
La década pasada, recuerda, premió la inserción laboral de baja calificación, ayudando a aumentar los ingresos de muchos y a sacar a gente de la pobreza, pero ese modelo tiene limitaciones claras.
«La productividad de la economía tiene que cambiar», apunta Gray, que celebra el creciente debate que se da en la región sobre la importancia de mejorar los mercados laborales.
Según destaca, ahora mismo se está poniendo «el dedo en la llaga» y varios países están desarrollando estrategias positivas en este sentido.
«La baja calificación laboral fue buena para crear trabajos rápidos que generaron ingreso en la base de la pirámide, pero es mala porque más de lo mismo no va a rendir», recuerda.
Según el PNUD, junto a las políticas de diversificación económica se necesitan además «políticas sociales que acompañen ese proceso».
El momento para esa transformación es propicio, a ojos de la ONU, pues se aprecia el inicio de un ciclo económico positivo en el continente tras varios años de desaceleración, incluidos dos de contracción.
Las estimaciones apuntan a que Latinoamérica y el Caribe crecerán este año entre un 2,2 y un 2,4 por ciento, casi el doble que el año pasado, apoyadas sobre todo en Brasil y México y en un repunte del precio de las materias primas.
El crecimiento, sin embargo, no volverá a los niveles de la década pasada, por lo que es clave centrarse en su «calidad» si se quiere seguir avanzando en una región donde 130 millones de personas siguen por debajo de la línea de la pobreza, apunta Gray.
Un asunto central en ese ámbito es impulsar la inserción laboral de la mujer, pues la participación femenina en el mercado de trabajo está actualmente en el 53 por ciento, 27 puntos por debajo de la de los hombres, lo que supone una «brecha enorme», recuerda.
«Nosotros creemos que la política social latinoamericana podría hacer mucho más por trabajar la inserción laboral de la mujer», explica Gray.
Para ello, señala, es clave «repensar» los sistemas de cuidado (las mujeres dedican tres veces más tiempo a los cuidados del hogar que los hombres), reducir la «segregación ocupacional» (que arrincona a las mujeres en ciertos sectores) e impulsar esquemas de protección social.
En cuanto a los distintos modelos políticos que se dan en la región, el experto destaca que la experiencia ha demostrado que hay diferentes vías para lograr resultados parecidos.
Como ejemplo, señala cómo los cuatro casos de mayor reducción de la pobreza en el continente durante los últimos quince años reúnen a dos países más abiertos al mercado (Perú y Paraguay) y a otros dos que apostaron por las tesis del denominado socialismo del siglo XXI (Bolivia y Ecuador).
«Encontramos que no es un modelo único el que genera crecimiento y reducción de la pobreza, sino que son varios modelos los que están aprovechando la coyuntura», asegura Gray. EFE
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