Javier Pérez de Cuéllar, el político y diplomático de Perú más destacado a escala global, reconocido por su discreción, compromiso democrático y altura política, deja tras su muerte a un país huérfano de hombres y mujeres dedicados a lo público que ofrezcan un ejemplo similar de «lucidez y decencia».
El único latinoamericano que hasta el momento ha ocupado la Secretaría General de las Naciones Unidas (1982-1991) murió semanas después de haber cumplido cien años, y con él se marchó la última referencia que había en el país con reconocimiento internacional de un hombre político preparado, educado, sereno, inteligente y valorado por los ciudadanos.
Alejado de la primera fila de la vida política desde hace años, su tenue presencia aún ofrecía «un faro de lucidez» en un momento de la vida política del país, envuelto en un mayúsculo escándalo y descrédito que involucra a todos presidentes peruanos desde el regreso de la democracia y a una miríada de políticos de primera fila de todas las tendencias, presos o investigados por delitos de corrupción.
El día que Javier Pérez de Cuéllar jura como secretario general de la ONU (Video)
Al menos así lo consideró para Efe Ramiro Escobar, analista político internacional y profesor de la Fundación Academia Diplomática del Perú, para quien sin duda «en una época política turbulenta como esta en el país», faltan figuras como Pérez de Cuéllar, «serenas e inteligentes, claras en sus opiniones y que encarnan un foco de decencia».
En ese extremo también coincide el politólogo y analista Francisco Belaunde, para quien en estos momentos que vive el país, con «necesidad de personajes de referencia moral y gente a la que acudir», Pérez de Cuéllar era el «último que quedaba» y por tanto ahora «deja un vacío».
«Era una referencia general. Mario Vargas Llosa, que es muy reconocido y respetado en el mundo, es también un polemista y mucha gente lo llega a odiar en el Perú (…). Pero Cuéllar no tenía ese rasgo, era consensual», apuntó a Efe.
ORGULLO DIPLOMÁTICO
Escobar consideró que el hecho de haber sido Secretario General de las Naciones Unidas ya pone a Pérez de Cuéllar desde un inicio «en el nivel más importante como representante de Perú en la política internacional», un cargo que ocupó además «con altísimo calado, abordando y resolviendo temas como la guerra en El Salvador, la caída del Muro de Berlín y el fin de la guerra entre Irán e Irak (1980-1989).
Ese papel convirtió también al personaje en una referencia y un «orgullo» para el cuerpo diplomático peruano, cuya academia lleva precisamente el nombre de Javier Pérez de Cuéllar.
En ese sentido, el analista retomó la idea de que la vida política actual de Perú tiene «personajes representativos», pero sin «las formas correctas y decentes» de Pérez de Cuéllar que permitían «sentirse orgulloso».
POCO POPULAR
Pese a haber sido respetado y admirado por sus posiciones políticas, como por ejemplo el haberse presentado como candidato a la presidencia en pleno apogeo de poder del ahora encarcelado expresidente peruano Alberto Fujimori (1990-2000), Pérez de Cuéllar fue sin embargo una figura poco popular.
«Tuvo coraje político de enfrentar a Fujimori en 1995, cuando ya era mayor y no tenía por qué hacerlo, y luego presidió el Consejo de Ministros en el gobierno de transición cuando este huyó a Japón…, pero la sociedad no lo conocía mucho. Los peruanos saben quién era, pero su influencia era en clases medias políticas y económicas, universitarios y académicos, pero no popular», apunta Escobar.
Según Belaunde, la discreción de Pérez de Cuéllar, con un «perfil bajo» pese a logros como el haber desbloqueado y facilitado la paz entre Irán e Irak, hicieron complicado que compitiera «con el esplendor de Fujimori», pese a que siempre representó «una figura democrática».
EFE