El periodista y escritor Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) refleja el buen humor que luce en esta mañana de martes, en un Madrid nublado, contando con sorna que solo a los españoles se les ocurrió ponerle «un sombrerito» a la letra ene para crear la eñe, y reproducir así un sonido que en el resto de lenguas romances conlleva el uso de dos letras.
La eñe es distintiva del castellano, un idioma que comparten más de cuatrocientos millones de personas en Latinoamérica, repartidas por diecinueve países y con una cultura común. Con el objetivo de desmontar clichés y tomar la fotografía más actualizada de la región, Caparrós se decidió hace tres años a cimentar «Ñamérica» (Penguin Random House), su particular manera de bautizar a Hispanoamérica porque «esa palabra solo se usa burocráticamente, y Ñamérica queda mucho más sabroso».
«Pensé que hacía mucho que no se formaba una idea de conjunto de lo que es América Latina, la seguimos contando con clichés trasnochados que ya no dan cuenta de la realidad actual, y me metí en este lío”, explica a EFE mientras se bebe un café, movimiento que le arquea los labios y pronuncia aún más su tupido bigote en una suerte analogía entre la virgulilla de la eñe y los rabillos de su mostacho.
«Ñamérica» es el último libro de una prolífica producción de más de cuarenta obras que abarca desde otras producciones periodísticas como «Larga distancia» (1992) a novelas de ciencia ficción como «Sinfín» (2020). El autor argentino mezcla con astucia en esta ocasión dotes de contrastado reportero con capítulos más ensayísticos, para ayudar a entender las complejidades de «la zona más desigual y violenta del mundo, la más católica y con una importante migración».
ESTILO RENOVADO
En las antípodas de cualquier excentricidad en su vestimenta, Caparrós cuenta con voz cálida y gesto amable que se ha renovado en su estilo, que «ya no alcanza con contar lo que veo, necesito esforzarme por entenderlo y contextualizarlo», mientras dibuja garabatos en el aire durante su explicación.
A sus 64 años, Martín Caparrós sigue mostrando su pasión por embarrarse los zapatos e ir a contar para que importe lo importante: «Este trabajo te da patente de corso para mirar y escuchar, derecho a espiar o curiosear en situaciones a las que la mayor parte de la gente no se podrá acercar nunca”.
Detalladas descripciones, jugosas entrevistas, citas célebres, análisis y ensayos se tornan capítulos en «Ñamérica», en lo que el porteño define como «crónicas que piensan, ensayos que cuentan». Aunque, dice, le gustaría ponerle un nombre más concreto, más redondo, más rotundo: «Hago un llamado a la sociedad a que me ayude, por favor», comenta con sorna.
Incluye también destellos de humor o chistes que desengrasan y dan ritmo a una lectura que, tras una profunda reflexión del autor o un diálogo consistente, pueden seguirle líneas como: «… y si mi abuela tuviera ruedas, sería un coche de carreras».
La sobriedad la recupera Caparrós con datos, contexto y eventos relevantes que este licenciado en Historia aporta con precisión, para retratar una región que muchos siguen interpretando y entendiendo con los códigos y explicaciones de otro libro de referencia en este sentido: «Las venas abiertas de América Latina» (1971), de Eduardo Galeano.
“La he releído para escribir “Ñamérica”, pero esa obra era más un memorial de agravios sobre el pasado colonial y que describía una Latinoamérica que no es la actual», detalla Caparrós al respecto.
UNA REGIÓN DESNORTADA
Después de tres años pateando su «Ñamérica» en profundidad, el autor reseña problemas enquistados, y el escritor viajero no se atreve a vaticinar el instante del viaje en el que se encuentra la región: “Estamos en un momento no muy productivo, estamos retrocediendo. Estamos un poco asustados… Además de la pandemia».
También se refiere al hastío político que vive la población, con propuestas que raramente salen reelegidas, ya que «no existe una opción superadora, los proyectos se agotan muy rápido, y esto genera mucho pesimismo».
En una «sociedad ñamericana» que fabrica «modelos detestables del éxito individual» y, falta de referentes, presta atención a «narcotraficantes, reguetoneros o futbolistas», restando importancia así a producciones culturales como «la buena novela o el buen teatro» de la región, «algo que no se ve cuando se mira Ñamérica desde lejos».
«El cantante J Balvin hablaba de la emoción que había sentido cuando se compró su primer avión. Eso en un continente pobre, y la gente lo sigue aclamando. Por mucho menos a otro lo hubieran cagado a palos. Es raro, pero esto también está ahí, en Ñamérica”, concluye Martín Caparrós en una declaración que, pese al tono chistoso, ejemplifica el pesimismo y desconcierto con el que se asoma hoy a la región. EFE