BARCELONA.- Si despegamos la vista de los teléfonos presentados durante el reciente Mobile World Congress de Barcelona lo que queda, lo único que deja la feria, es una amalgama de anuncios algo confusos sobre la tecnología 5G, una nueva generación de redes de comunicación inalámbrica -tiene poco sentido hablar ya de telefonía- que debería estar disponible a lo largo de los próximos años.
Sobre el papel, 5G tiene todo lo que se le puede pedir a la evolución actual de nuestras redes. De acuerdo al consorcio Next Generation Mobile Networks -una organización formada por operadoras, fabricantes y otras compañías interesadas en el desarrollo de la nueva infraestructura- será capaz de proporcionar velocidades de varios megabits por segundo (mbps) de descarga de forma simultánea a decenas miles de usuarios que usen un mismo conjunto de antenas, una velocidad que en condiciones ideales y áreas urbanas podría llegar a superar los el Gbps (gigabit por segundo) y, para ciertos ciertos casos concretos, incluso rozar los 20 Gbps.
A la mayor velocidad se sumará también una menor latencia -el tiempo que tardan los datos en viajar hasta su destino-. Esto es importante porque muchas aplicaciones, como videojuegos, telemedicina, realidad virtual o el control remoto de dispositivos requieren una latencia muy baja para ser efectivas, mucho menor que la que hoy en día ofrecen las redes LTE, también conocidas como de cuarta generación y que son las que solemos utilizar en la mayoría de los casos.
Por último, estas redes también acabarán con la dependencia de una estructura jerárquica de conexión. Dos dispositivos serán capaces de intercambiar información entre sí sin tener que enviarla a través de una antena. Esto es importante, por ejemplo, para el desarrollo de vehículos autónomos, ya que permitirá que los diferentes coches inteligentes que circulen por una vía hablen entre sí mejorando la seguridad y las condiciones de circulación.
El papel lo aguanta todo. ¿Qué hay de la realidad? Bien, aquí es donde la cosa se complica y la razón por la que en esta edición del Mobile World Congress la palabra «5G» se ha colado hasta en la sopa. Hasta noviembre de este año no habrá un documento oficial que explique que debe ser el 5G, qué protocolos y desarrollos concretos debe usar o incluso en qué frecuencias debe operar.
Lo que están haciendo fabricantes y operadoras, ahora, es proponer diferentes alternativas de implementación. La razón es que, de ser integradas en el documento final, tendrán una enorme ventaja o el control de ciertas patentes clave para el desarrollo de la tecnología en los próximos años. Hay un enorme mercado a punto de empezar a rodar y espacio para muchos actores pero, como es natural, todos quieren tener la mayor representación posible en la solución que finalmente se acuerde como estándar.
Es en estas ocasiones cuando compañías que tradicionalmente no están presentes en ciertos mercados pueden dar un salto y desarrollar una nueva vía de negocio. De ahí que muchas marcas asiáticas estén aprovechando para posicionarse como proveedores de equipo 5G.
Durante la cita de Barcelona, por ejemplo, la compañía ZTE presentó una unidad de banda (BBU) que podría utilizarse en estas futuras redes. El desarrollo de ZTE se apoya en muchas de las propuestas de Intel para redes 5G. La empresa de Santa Clara, que es más conocida por sus procesadores, es una de las que más activamente se ha involucrado en el desarrollo de esta tecnología y también llegó a Barcelona con varios ejemplos de cómo este tipo de redes cambiarán nuestras vidas.
Telefónica también eligió la feria para mostrar algunas de las aplicaciones que serán posibles con las nuevas redes. Junto a Ericsson, desarrolló una prueba piloto de conducción remota que permitía controlar un vehículo situado a 70 kilómetros de distancia como si se estuviera al volante.
Una vez aprobado este primer documento conjunto los diferentes actores podrán ponerse manos a la obra, fabricar equipo de red homologado y comenzar el despliegue de las primeras redes que, como suele ser habitual, no tendrán todas las capacidades que veremos en las redes 5G del futuro (del mismo modo que cuando comenzó el desarrollo del actual LTE, su capacidad era mucho menor). «Con el primer documento de estandarización tendremos ya mucho más claro el calendario para el despliegue de esta tecnología», asegura Rob Topol, responsable de la división de negocio 5G de Intel, «podremos decidir qué frecuencias utilizar en cada territorio y comenzar a trabajar en los primeros despliegues. Los dos años siguientes servirán para definir 5G de manera más concreta y veríamos las primeras pruebas comerciales significativas en el año 2020″, añade.
Toca esperar, pero no habrá que conformarse con el estado actual de las cosas. La tecnología LTE continuará avanzando en paralelo y durante los próximos años podrá «estirarse» para permitir mayores velocidades de descarga o algo menos de latencia. No será 5G pero sí un buen aperitivo.
Ángel Jiménez de Luis/ www.elmundo.es