«Perro bomba»: Cinta que muestra cómo la migración trastocó la sociedad chilena

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GUADALAJARA (México).- La llegada de migrantes de otros países latinoamericanos, especialmente Haití, ha trastocado la realidad de la sociedad chilena, mostrando «racismo y xenofobia», dijo este jueves a Efe Juan Cáceres, director de «Perro bomba» (2018) en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara.

El rechazo ante los inmigrantes que ha sido el sello de la mayoría de la sociedad estadounidense se repite en países como Chile, que en las últimas décadas alcanzó un crecimiento económico que atrae a personas de países menos desarrollados como Perú, Bolivia, Colombia y Haití, sostuvo.

«Surge el racismo, la xenofobia y la aversión a la gente pobre porque cuando llegan turistas de piel blanca de países europeos por supuesto que no hay ningún problema, pero cuando llegan migrantes dispuestos a todo con tal de mejorar la situación de sus familias, ahí comienzan ciertos resquemores, porque el pueblo tiene miedo a que lleguen a quitarles sus propios empleos», afirmó el realizador.

«Perro bomba», cinta que compite en el Festival, aborda el tema de la migración de la comunidad haitiana a Santiago, capital de Chile, que en el 2017 otorgó 11,300 residencias temporales a ciudadanos de ese país antillano, según datos del Ministerio de Extranjería y Migración chileno.

Con una historia de ficción en que la mayoría de los personajes fueron interpretados por personas sin formación actoral, el cineasta chileno se adentra en la vida de los haitianos en Santiago, donde enfrentan precariedad, hacinamiento, dificultades económicas y discriminación.

Cáceres recuerda que su país ha tenido desde el siglo XIX una tradición migratoria de ciudadanos europeos que se adaptaron al entorno e incluso aportaron rasgos de su cultura; sin embargo, la llegada de los primeros peruanos en la década de 1990 comenzó a generar el rechazo entre un sector de los chilenos.

«Ellos consiguen adaptarse a la sociedad chilena cuando sacrifican sus rasgos culturales y se ‘chilenizan’, y eso para los haitianos es muy difícil porque ellos traen un cultura viva, en sus cuerpos, en sus pieles, en sus ropas, y vinieron a remecer la ciudad, a generar un rechazo», comentó el director, quien es parte de la delegación de Chile como país invitado de honor al Festival.

Agregó que este rechazo a los migrantes fue utilizado por el poder político en la batalla por la elección presidencial pasada, que llevó al derechista Sebastián Piñera de regreso a la silla presidencial.

El racismo se ha hecho presente también desde el Gobierno y las instituciones oficiales, aseguró Cáceres, y puso como ejemplo al ministro de Salud, Emilio Santelices, quien aseguró en febrero pasado que los nuevos casos de VIH confirmados en Chile durante el 2010 se deben a la llegada de extranjeros infectados.

«Es algo que por supuesto es violento y falaz; existe este racismo institucional que esperamos nosotros poder contribuir a cambiarlo», expresó Cáceres.

Steevens Benjamin, protagonista de la cinta, llegó a Chile hace seis años como adolescente. Su color de piel era motivo de sorpresa y curiosidad entre sus compañeros de colegio. Más tarde, al igual que muchos de sus paisanos haitianos, sintió el rechazo.

«Cuando era niño no sabía qué era ser racista, pero cuando llegué a Chile, los chilenos no están acostumbrados a la piel negra y yo salía a la calle y todos me miraban. Llegó un momento en que me daba miedo salir solo a la calle», cuenta.

Benjamin creció y tuvo que buscar trabajos donde era discriminado, aunque no le gusta conversar mucho de ese tema que dice haber dejado atrás.

«Conozco muchas personas que han vivido que los jefes los discriminan, que abusan de ellos, no les pagan bien, no les dan contratos. Entonces la vida para un migrante haitiano es muy difícil. Allá si no tienes carnet (de identidad) no te dan trabajo y si no tienes trabajo, no vas a encontrar el carnet», recalcó.

Su historia llamó la atención de Cáceres, quien se sumergió en las entrañas de la comunidad haitiana en la comuna de Estación Central o la periferia en la capital chilena, para rodar la cinta en la que colaboraron tanto la familia como los amigos de Steevens.

El realizador contó que esta forma de rodar le permitió llegar a los límites entre la ficción y el documental, filmar con más libertad y lograr diálogos que no estaban en el guión, pero también aprovechar los recursos que reunieron mediante financiamiento colectivo y sacar adelante el proyecto.

La película comenzó el 1 marzo su recorrido por festivales como el de Miami, Estados Unidos, y Cartagena de Indias, Colombia, y luego de estar en Guadalajara irá al Festival de Cine de Málaga, España, y al de Toulouse, Francia.

El Festival Internacional de Cine de Guadalajara concluye este viernes con la exhibición de 295 películas de todo el mundo, entre ellas 113 filmes en la sección oficial que competirán por el premio Mezcal a las mejores producciones mexicanas y al premio Mayahuel a los largometrajes y cortometrajes iberoamericanos de ficción y documental.

EFE/Mariana González

 

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