No quiero recordar el día ni el año, pero en el archivo de mis recuerdos el hecho concreto y triste, sigue vigente y duele. Mi querido y extrañado hermano Aurelio Collantes Rojas, “La Voz de la Tradición”, se quejó siempre de tener “mala suerte para la prensa”. Y solía decir, entre chela y chela de nuestros atardeceres: “están esperando que me muera, para lanzar las campanas al viento y reconocer todo lo que he hecho por la Historia y por el criollismo”- Y tampoco fue así, mis estimados cuchi-cuchis. El día que partió a la Eternidad este importante costumbrista, murió el poeta Martín Adán y justito el Papa Juan Pablo II llegó a Lima. De modo que no hubo en los diarios, ni “un modesto “recuadro”, para el Gran Aurelio. Cosas de este (perro mundo), compadrito. Y por eso, lo que te vayan a dar… que te lo den en vida…
Y vaya uno a saber, por qué y por cuánto, un irreconocible Antonio Banderas, apareció en Santiago de Chile, luciendo vestuario “doble-sexo”, peluca de rulos incluida, cumpliendo el rol de un rockanrrolero de los cincuenta. Y eso que el pata se ha vendido siempre como un gran amante… de las mujeres. Es decir… Dicen por ahí que las dos cosas más difíciles del mundo, son: adivinarle la suerte a una gitana y… estafar a un argentino. ¿Será?… A propo, el argentino Lucas Piro, disfruta a todo tren de la dulce compañía de la bella mentirosilla Rosángela Espinoza, por cuyo amor, sigue llorando en silencio el “celofán” Carloncho, que según se ve, no aprendió a trompearse de chibolo y por eso, le birlaron la gila… ¡A llorar al Rímac!… ¡Correazos, judoko!
VIAJE AL MÁS ACÁ… DEL MÁS ALLÁ
Si algún día, quiere usted emocionarse a la franca, visite –antes de la medianoche porsupo– el Museo Cementerio “Presbítero Matías Maestro” y comprobará que en verdad, hay amores que perduran haciendo salto largo por encima de la muerte. Así lo testimonia el mausoleo encargado en vida por el músico argentino Freddy Roland, inhumado junto a su adorada “Verónikha”… También puede comprobar que el elegante sepulcro artístico que el millonario Auguste Dreyfus, encargó construir en mármol rosa, para morada final de los restos de su amada Sofía Bergman, sigue ahí y seguirá por siempre vacío, por lo que el poeta César Calvo, le dedicó su oda lírica: “Un Pedestal Para Nadie”….
Y para rematar, este chisme mortuorio, les contaré que en el palmo de terreno antiguamente llamado “Pabellón de los Suicidas”, han reservado sepulcro, –pagando muy buen precio– el ex Presidente, Alan García Pérez y el ex Secretario General de la ONU, Dr. Javier Pérez de Cuéllar, desairando el pomposo mausoleo encargado por su esposa Doña Marcela, que deberá resignarse a dormir sola por toda la eternidad, en tan elegante mansión póstuma, en razón de una desavenencia conyugal, cuyo libreto, ya no conoceremos nunca… los aristócratas también se bronquean, oiga usted… y gravemente, además…
LOS FANTASMAS… TAMBIÉN HABLAN
En modesto nicho perpetuo, amenazado por el olvido, duerme en silencio, el sociólogo Pedro Zulen, que sin saber cómo, volvió loca de amor a la intelectual alemana Dora Meyer. El buen Pedro, sostuvo siempre que entre ellos, “jamás hubo nada”. Ella en cambio, atormentada por el “Síndrome de Clarembault” –según prestigiosos psiquiatras– se declaró “de Zulen” de la noche a la mañana, acosando a su presunto “esposo místico”, sin darle tregua, ni siquiera cuando murió, asesinado por la tuberculosis. Dora, llorando a gritos, se abrazó al ataúd, amparada piadosamente por la madre del difunto y luego, siguió a pie, al cortejo fúnebre, hasta el cementerio y fue necesaria una vigorosa acción policial, para que abandonara el, camposanto. Quién sabrá nunca porqué, siguió viviendo hasta los 91 años, enloquecida por el dolor y sin resignarse a su “viudez”. Dora Mayer, porsiaca, no está enterrada en el “Presbítero”. Una misteriosa operación de sus connacionales, la destinó en reposo final al Cementerio Británico. “En la vida, hay amores”… como canta un viejo bolero…
LA HISTORIA DE LOS “SIETE VELOS”
Y, también en el “Presbítero” duerme una sabrosa historia de arte y bohemia, aunque sin cuerpo presente. Ahí nomás, ante la “Cripta de Los Próceres de la Guerra del Pacífico”, cierta falsa rusa –más bien, argentina– que se hacía llamar “Norka Rouskaya”, dio un pasito de baile, con acompañamiento del primer violín de la Sinfónica y en remate bohemio de una noche de aquellas, protagonizada por los “Colónidas” cuyas estrellas principales eran José Carlos Mariátegui, y Don Abraham Valdelomar, “Conde de Lemos y otros que “escapan a la cita”, estimulados por uno que otro traguito del espirituoso “siquilifay”, que se vendía en escondidas tabernas del Barrio Chino, hasta que llegó la Benemérita, interrumpiendo el “show sacrílego” de la bella Norka, que había prometido “despojarse de los siete velos”, emulando una hazaña perpetrada por la célebre Isadora Duncan en el Cementerio “Pere Lachaise” del viejo París, donde ya no iré nunca, a menos que gane el Nobel.
EL GRAN AMOR DE HAYA DE LA TORRE
Poquito más allá, en el Mausoleo Familiar de los Bilinghurst, duerme la mujer que fuera amor juvenil –y quien sabe eterno– del pensador y político trujillano, Víctor Raúl Haya de la Torre. Su nombre era María Bilinghurst, si bien se apodaba “María Pantoja”, por aquello de la clandestinidad y las catacumbas. Ella fue quien condujo a Víctor Raúl –disfrazado y con tremenda barba– a la Embajada de Colombia a cuyo sombra, permanecería el líder aprista “de los de antes”, –como decía mi viejo– durante cinco años, para rabieta permanente de Don Manuel Arturo Odría –no “Apolinario”– como sostenían los apristas. Ella, había sido el “amor de estudiante” de cuando Haya era presidente de la Federación de sanmarquinos y hubo de conocer su primer exilio por orden de Don Augusto Bernardino Leguía. Hasta Alemania, fue a parar, a raíz del incidente de la pretendida “Entronización del Corazón de Jesús”.
UN AMOR TRISTE Y SIN FINAL
Andando el zamarro tiempo y al retornar Haya de otro exilio –este voluntario– se enteró de la muerte de esta valerosa mujer que había conocido un matrimonio trágico, que la precipitó a los pantanos de las drogas y el alcoholismo. Haya fue casi volando al “Presbítero”, pero encontró la reja cerrada. Entonces, su fiel secretario “El Chayo” Idiáquez, “tramitó” con los “panteoneros”, que le permitieron ingresar por “unos minutos y sólo hasta el mausoleo en cuestión”. Ante esa segunda e infranqueable verja, el ya viejo político derramó las sinceras lágrimas de un amor frustrado y deshojó también un simbólico ramo de rosas, recitando en voz baja un poema de Rubén, de esos, que compartían los enamorados a la antigua. Los de citas escondidas y juramentos de amor para siempre. Y ya no pude averiguar más, porque el político “solidario” –y yunta del “Mudo”– que presidía la Beneficencia cuando yo trabajaba allí puntual y eficientemente, me botó un día, él sabrá por qué.
UNA DEL TÍO “PICHÓN” ARCHIMBAUD
Y para cerrar tanto funebreo, les voy a contar que cierta noche de mambo celebrada en el antiguo “Embassy”, a mí se me ocurrió pedir “orden y compostura” a la muchachada vaciladora y entonces mi querido tío putativo Andrés “Pichón” Archimbaud, me puso en mi sitio, diciéndome: “Está usted como la Pata’e Yuca”. Y como yo preguntara por la identidad de la citada dama, el “Tío” me explicó bondadosamente: ”Era una cusifai, que después de laburar treinta años en un cabaretucho, se retiraba al final de su labor, por la puerta falsa… para que no la vieran sus amistades… ¿Cómo la vieron ustedes, mis amables contertulios de este… Perro Mundo?
César Augusto Dávila