Se ganó el partido a Uruguay por múltiples factores, por rebeldía, buen juego, efectivo y la convicción de que no hay imposibles en el fútbol, de poderse traer abajo a la selección más pintada, laureada y cargada de estrellas.
El triunfo sobre Uruguay, la memorable noche del 28 de marzo, fue el resultado de un paciente trabajo de Ricardo Gareca que empieza a dar frutos. Nadie puede dudar que Perú ha cambiado, es otro, más equipo, menos vulnerable.
Desde que Ricardo Gareca inició su labor con la selección bicolor tomó la decisión de deshacerse de las vacas sagradas. Sus antecesores no se atrevieron. Tuvieron recelo de ser rechazos por la hinchada.
Ricardo Gareca se deshizo de lo que no podía servirle y se quedó con los que habrían de comprometerse con el proceso.
Esta situación de cambiar todo lo anterior en la selección no podía hacerse de la noche a la mañana. Tomó su tiempo. El ‘Tigre’ tuvo paciencia y marcó distancia con los que no podían aportar.
No le tembló la mano para que Claudio Pizarro, Juan Vargas y Carlos Zambrano se quedaran fuera de las convocatorias. Con la ‘Foca’ Farfán todavía hay un romance y podría utilizarlo en cuanto Jefferson agarre más continuidad con el Lokomotiv.
La victoria contra Uruguay fue el fruto maduro de un trabajo que en principio ponderó la convicción de los jugadores, de saberse que son ganadores y podían ganarle a cualquier selección.
Con ese chip en la cabeza se cambió en la actitud. Se ve un equipo mucho más entregado y algo que respetó: Dejar que la picardía y la habilidad hiciera su parte para que esa identidad no se quiebre y se siga manteniendo.
La selección que ganó a Uruguay tiene de todo, un goleador ‘asesino’ en Paolo Guerrero y acompañantes que hablan el mismo idioma. Orejas Flores y André Carrillo lo entienden. Cueva y otros lo saben.
Si el perfil de juego del equipo peruano va en aumento, dejemos de lado la calculadora, y esperemos sumar en estos últimos cuatro partidos para que acaben las Eliminatorias Rusia 2018.
(Hugo Laredo)