SANTIAGO DE CHILE.- En 1988, y al son del pegadizo lema «Chile, la alegría ya viene», el país dijo «No» a la dictadura militar que regía desde 1973 gracias a una emblemática campaña que, con una votación ajustada y contra todo pronóstico, sacó a Augusto Pinochet del poder en un histórico plebiscito.
A dos meses de otra inédita consulta, que abre la posibilidad de dejar atrás la actual Constitución, -redactada en 1980, en plena dictadura- Eugenio García, el publicista que dirigió la campaña que cambió entonces el rumbo de Chile se refirió en una entrevista con Efe a la actual contienda: «Las estrategias creativas de la derecha siempre son de producir miedo».
En la votación los chilenos podrán elegir entre «aprobar» la redacción de una nueva Carta Magna -opción que todos los sondeos dan por vencedora- y la del «rechazo», que prefiere la actual Constitución.
«En general la opción del ‘apruebo’ está siendo mucho más creativa. La del ‘rechazo’ es bastante previsible, quiere atacar y eso revela una ética deficiente y poca capacidad propia de levantar su propia estética», explicó García, cuyo trabajo inspiró la película «No», de Pablo Larraín, nominada al Óscar en 2013.
Algo similar sucedió en la campaña que derrocó a Pinochet, agregó el publicista, cuando la derecha utilizó su tiempo de la franja televisiva para boicotear y hacer una parodia a los contenidos de la opción del «No» (a la continuidad de la dictadura), que brillaban por su originalidad.
En 1988 y bajo el ala de García, decenas de comunicadores y artistas de todo el país se pusieron manos a la obra para crear una de las campañas más creativas de la historia que ha sido ampliamente ovacionada en universidades de todo el mundo por dar la vuelta a las predicciones de los sondeos.
LA ICÓNICA CAMPAÑA DEL «NO»
La canción «Chile, la alegría ya viene» se acompañó de imágenes de bailarines ochenteros, jinetes con la melena al viento, familias felices y mimos danzantes, en un cóctel creativo que alejó el discurso de la franja de las desgracias de la dictadura.
La fórmula, detalló el publicista, fue «recurrir al sentimiento de paz y de bienestar», y la «principal inspiración fue hacer a los chilenos volver a sentir que vivían en un país libre».
«Lo lógico hubiera sido hacer una campaña que pusiera rostro a las barbaridades que había hecho Pinochet, sin embargo teníamos la convicción de que eso iba a llevar a repetir la misma historia y no a cambiarla», agregó.
Al más puro estilo del ‘positive thinking’, los anuncios publicitarios «arrojaron luz» en los salones de miles de chilenos y según los expertos, fueron cruciales para que se desprendieran del miedo de acudir a las urnas en medio de una dictadura, y lograran, con un 56 % de los votos, rechazar la continuidad de Pinochet, que acabó dejando el poder en 1990.
Otro de los distintivos de la campaña, su icónico logotipo -la palabra NO en letras mayúsculas sobre un arcoiris multicolor- buscaba reflejar la variedad de formaciones políticas detrás de la campaña y también acompañaba la idea de «iluminar» Chile después de «17 años de una nube oscura», añadió el creativo.
El logotipo se popularizó durante la transición a la democracia y recobró el protagonismo desde el inicio de la crisis social que vive Chile, con masivas movilizaciones que comenzaron el pasado octubre, en las que es frecuente ver banderines y todo tipo de ‘merchandising’ adornado con este símbolo.
HACER CAMPAÑA EN PLENA PANDEMIA
Hace tres semanas y en plena pandemia, comenzó la campaña del plebiscito por una nueva Constitución, que debido a las restricciones sanitarias ha llevado a las formaciones políticas ha volcar sus esfuerzos en hacer propaganda a través de Internet y redes sociales.
En este contexto han abundado los vídeos virales y los mítines virtuales, que han sustituido a los encuentros presenciales, al puerta a puerta o al usual volanteo.
«Lo mejor están siendo los memes», bromeó el publicista, y agregó que «gracias a las redes sociales la gente no solo recibe sino que emite opiniones en cada momento y eso hace que no haya un mensaje único».
La campaña de 1988 y la de ahora son «muy diferentes» en cuanto a formatos, agregó García, pero «se asemejan en cuanto a que son la expresión de una gran mayoría que quiere cambiar las cosas».
«Ahora no hay un mensaje central, tenemos que olvidarnos de eso. Esta campaña es la expresión creativa de un pueblo que quiere decir las cosas a su manera», agregó.
Chile vive la crisis social más grave desde el retorno a la democracia en 1990, con masivas protestas que han dejado al menos una treintena de heridos y miles de fallecidos, y con las esperanzas de cambio puestas en el plebiscito que se celebrará el próximo 25 de octubre.