PRAGA.- Hoy se inauguró en Praga la exposición «Entre huellas y arenas», un recorrido fotográfico con el que se quiere dar a conocer en Europa el caballo de paso peruano, uno de los patrimonios culturales del país sudamericano.
El objetivo es «acercar a la gente a conocer esta raza caballar de una manera amigable, a través de las fotografías y texto de Mariano Cabrera«, dijo a Efe Mocy Muñoz, productora de la muestra.
Cabrera es un criador peruano, juez de concursos, aficionado y conocedor de razas caballares del planeta.
«Muy poca gente ha tenido ocasión de montar este animal en Europa», aseveró Muñoz, que es amazona perteneciente a la asociación equina del Cieneguilla (Perú).
Las imágenes, realizadas por las fotógrafas Sandra Cannock y Alejandra Iturrizaga, decoran los escaparates del Palacio Acristalado, un conocido edificio vanguardista de viviendas de la capital checa.
Iturrizaga explicó que se centra, además de en la «suavidad y el andar peculiar» del caballo, también «en su morfología y actividades del día a día».
«Con este caballo puedes andar mucho tiempo, es como ir encima de un sofá, porque hace que no trotes y vas sentado cómodamente», añadió la limeña.
La muestra itinerante de 30 imágenes -quince de cada autora- ya estuvo en Gotemburgo, Estocolmo, Berlín, Sevilla, Panamá y Bogotá, y tras tres semanas en la capital checa, irá a Roma, Berna, Washington y El Salvador.
El caballo de paso peruano tiene las características genéticas, que luego se fueron depurando, de los ejemplares que llegaron en 1532 a Perú durante la conquista de América por los españoles.
En este animal original se mezclan las razas nativas de la Península Ibérica, con las importadas por los reyes Habsburgo de Centroeuropa y la sangre de los árabes bereberes.
En Perú, se empleó este animal en la supervisión de los cultivos, y para trasladar a sus jinetes por los valles desérticos que conforman la topografía plana y monótona del país sudamericano, uniendo las haciendas y pueblos entre esos valles.
En cuando a su fisonomía, esta especie tiene un perfil subconvexo en la frente, ojos vivos y orejas atentas, y tienen gran instinto como ejemplar de marcha.
El tamaño del este animal es terciado, con una media de altura de 1.48 metros hasta la cruz, «condición que da comodidad al jinete cuando se apea o monta al caballo durante los viajes largos», dice el texto de Cabrera que figura en el catálogo.