A fines de diciembre se presentó una primera moción de vacancia contra el presidente Kuczynski por graves actos de conflicto de interés durante su gestión como ministro de Estado en el gobierno de Alejandro Toledo.
Respecto a su negada relación comercial con la empresa Odebrecht, su defensa apeló a la confianza ciudadana. Es decir, el presidente reconoció que era un desordenado, tal vez desmemoriado, que su socio/empleado se aprovechó –sin su permiso– del nombre de su empresa unipersonal, pero, en esencia, no era un corrupto y que jamás se benefició de contratos de obra pública. Esa fue la razón por la que muchos le creímos. Tenía un relato razonable y no parecía un mentiroso.
El gatillo de la acusación era una relación de pagos remitida por Odebrecht a la Comisión Lava Jato del Congreso. Descartados los pagos a First Capital, de exclusiva propiedad de Gerardo Sepúlveda (el empleado “desleal”), quedaban los realizados a Westfield, empresa de propiedad de Kuczynski. De estos, la mayoría eran reembolsos de gastos a Sepúlveda, pero se incluían los honorarios por la estructuración exitosa del fondo que permitió la construcción de primera etapa de la IRSA Sur. Era un contrato entre privados, es cierto, pero la contratación solo era posible con la existencia de la carretera, y esta fue aprobada durante el mandato de Kuczynski.
El presidente alegó que no conocía los negocios de Sepúlveda, que era su empleado y que le había entregado el control de su empresa y que las utilidades de ese negocio, si las percibió (no lo negó), no las conocía. Si a esta explicación se une la desesperación de Keiko Fujimori por vacarlo de la manera más expedita posible, no cabía duda que estábamos ante un golpe de Estado cubierto por una supuesta lucha contra la corrupción. Defender la estabilidad democrática frente al autoritarismo parlamentario aplastante parecía un deber de todo demócrata.
Hoy vale recordar que la defensa se sustentaba en dos principios. El primero, que el presidente no era un mentiroso. Por lo menos, no en el grado o gravedad de algunos de sus antecesores. El segundo, que habiéndolo contado todo, podría haber sido sorprendido, en un solo caso, por un empleado avivado que usaba su prestigio.
Lo que hoy, a febrero, no parece entender el presidente es que él mismo destruyó su defensa. ¿Es mentiroso? Lo es. Cuando 48 horas, después de negarlo, indultó a Alberto Fujimori su palabra se devaluó. Esta claro que si es un hombre capaz de mentir –en tantas oportunidades– en un asunto tan grave, es capaz de mentir en otros asuntos graves, también. Ha mentido él y ha mentido a todo el país su primera ministra. Hoy no tienen ninguna credibilidad, salvo en la casa de Alberto Fujimori.
¿Y respecto a sus relaciones con Sepúlveda y Odebrecht? Pues ya no se trata de un solo caso aislado. Más investigaciones (y vendrán otras) arrojan que se trata de, hasta ahora, tres casos en el periodo 2004 – 2006. En IRSA Sur, Sepúlveda firma como Westfield y cobra como Westfield, pero en Olmos Trasvase y en IRSA Norte contrata como Westfield (cosa que recién se conoce), pero cubre sus huellas y cobra como First Capital a través de adendas a los contratos poco antes de realizarse el pago. Tres contratos millonarios que, además, en el caso del trasvase de Olmos requerían del aval del Estado para la emisión de bonos por 100 millones de dólares. En ese contexto ya es mucho mas difícil de creer que Kuczynski no conociera de la participación de Sepúlveda. ¿Por qué no contó esta historia? ¿Acaso los agentes de una emisión de bonos son secretos? ¿Cómo podía no saber nada?
Si se le llega a vacar –los votos están ahí– no se le va a vacar por indultar a Fujimori como él alega. Se le va a vacar por mentiroso. Si lo hubiera anunciado desde la campaña, no habría nada que criticarle, pero lo negó y luego volvía al tema para hablar de “perdones médicos” que no solo no existen, sino que buscaban relativizar lo que era un ilegal pacto, una componenda política que traicionaba a sus votantes. Esta es su primera causa de incapacidad moral: mentir.
Los delitos cometidos en el periodo 2001 – 2006 pueden haber prescrito (eso lo determinará un fiscal), pero el Congreso tiene la facultad de decidir si el Perú puede sostener a un presidente que tiene la costumbre de mentir en asuntos graves y que no puede distinguir un conflicto de interés donde éste es manifiesto para cualquiera.
Es un desastre para la democracia tener a un presidente vacado. Habla de nuestra miseria política como sociedad. Muchos le piden respetuosamente que renuncie para ahorrarnos y ahorrarse la vergüenza pública. No lo hará. Simplemente no ve qué es lo que ha hecho mal. Y ese grave problema de discriminación moral es la segunda causa de su vacancia. Es incapaz moralmente quien no distingue el bien del mal.
Es una pena para el Perú. Kuczynski no pudo enfrentar a una oposición hostil y mayoritaria, es verdad. Tenía más méritos personales que ningún otro presidente electo, también es cierto. Pero su demérito ha sido gigante. Jamás debió mentir y ha mentido mucho. (Rosa María Palacios)
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