Cuatro años atrás la clasificación al Mundial de Rusia 2018 fue el impacto perfecto para que el país soltara las lágrimas reprimidas después de 36 años de frustraciones,
El 15 de noviembre de 2017 terminó la sequía de no asistir a un Mundial y entonces todos fuimos felices. Los goles de Jefferson Farfán y Christian Ramos pusieron el 2-0 ante Nueva Zelanda en el cierre de un ciclo nefasto.
Luego de una extensa travesía hasta Nueva Zelanda, donde la bicolor igualó sin goles, era el inicio de lo que vendría luego en el estadio Nacional para el partido de vuelta.
El coloso José Díaz, la casa de todos, fue el elegido para el duelo más importante de la blanquirroja en los últimos 30 años. Nunca un partido había sido tan importante como el que se iba a llevar en ese entonces.
El árbitro pitó el inicio de los primeros 45 minutos y estallaron los nervios. Todo aquel que logró sacar un boleto para asistir al estadio, se comía las uñas esperando el ansiado gol que hiciera volver a la vida a los petrificados anhelos de una hinchada sedienta de triunfos.
En las gradas las gargantas ya no daban más, se vivía el momento a full conforme las manecillas del reloj devoraban el tiempo. Sin embargo, en el minuto 28 Christian Cueva tomó la lanza, se introdujo en el área rival. Nadie podía pararlo. Cedió el pase perfecto, milimétrico, a Jefferson Farfán. La ‘Foquita’ le metió un puntazo, con rabia, para el 1-0.
Farfán mostró la camiseta de Paolo Guerrero, ausente en el partido. Con lágrimas celebró el gol, Dedicado a su mejor amigo, injustamente postergado de estar presente en el momento glorioso de la clasificación mundialista.
Luego llegó el gol de Christian Ramos y fue el corolario de todo. Estaba consumada la hazaña. 36 años después volvíamos a un mundial. Qué jornada aquella, tras 4 años en que todavía vibramos por la emoción de aquel 15 de noviembre de 2017.
Fuente: Crónica Viva