«No es cierto que me vaya a reunir con nadie de la AFA porque antes de un partido yo no me reúno ni con mi hermano», advirtió este sábado Jorge Sampaoli en la antesala del juego del domingo contra Valencia.
Cierto.., a medias. Su representante habla por él, y no está mal, pero entonces tendría que desactivar la pose inmaculada. «Creo que están jugando con mi nombre y eso no me gusta porque no sale de mí, son especulaciones», se molesta. Él podría cuidarse mucho mejor. «Mire, para concretar un hecho tan importante y de tanto calibre como ser seleccionador de Argentina hay que tener una reunión personal. Y no la hubo», se defendió el ex DT de Chile. El papel de ingenuo no le sienta bien a Sampaoli.
El hombre de Casilda, de 57 años, está conmovido ante el sueño profesional de su vida. Bosqueja el probable equipo y se estremece al imaginar los futbolistas que podrá dirigir. Intenso, analítico, por estas horas avanza en la construcción de su futuro cuerpo técnico. Sabe que dispondrá de poco tiempo porque la transición será inmediata. Hasta el 21 de mayo estará en Sevilla y el 9 de junio debutará en la Argentina, nada menos que en un clásico con Brasil. Es decir que cinco días después de dirigir su último partido en Sevilla, anunciará su primera lista de convocados para los amistosos que la selección disputará en Melbourne y Singapur.
Por eso, aunque Tapia insista con que no hay apuro, mil detalles demandan ajustes. Por eso el representante de Sampaoli conversa sobre términos y plazos del contrato. Suenan alternativas.
Que la AFA le pagará a Sevilla la cláusula de rescisión (1’500,000 euros) parte en efectivo y parte con un amistoso entre la selección y el club andaluz. Que el contrato madre será hasta a finalización del Mundial de Rusia 2018, con gatillos por productividad y objetivos que permitirían ir prolongando el vínculo hasta llegar a Qatar 2022. Como la mentira está instalada, todos los protagonistas de esta novela estarán bajo sospecha. Ellos lo plantearon así.