La selección peruana tiene la ocasión de lavarse la cara, si logra este martes 21 de noviembre, vencer palpitante y concentrado a la vinotinto por la fecha 6 del Eliminatorio al Mundial del 2026.
Es el último combo eliminatorio en Sudamérica y última ocasión de cerrar con algo entre las manos porque de acá hasta setiembre del 2024 no habrá más programación premundialista.
De hecho, este proceso premundialista ni por asomo era lo que esperábamos. Con números de terror, últimos en la tabla de posiciones y cero goles en cinco fechas desde que empezó a rodar el balón en el pasado mes de setiembre, salta a la vista la orfandad de una selección pedigüeña.
Con Juan Reynoso no hemos encontrado el camino correcto de obtener puntos de visita y menos de local, terrible para un equipo que después de haber clasificado al Mundial de Rusia 2018 y rozar la participación para el Mundial de Catar 2022, deberíamos estar mejor encaminados. En una posición distinta a los pedazos de hoy, de un quebradero de cabeza para unir las piezas dispersas.
Así, no queda otra que levantarse y ser erguidos en un partido de trámite sin acertijos, sin tener que especular nada aun cuando lo único certero es ver a Reynoso colocado en el cadalso para que pague sus culpas.
Venezuela tiene un distinto presente, ilusionado de asegurar su presencia en una cita mundial por primera vez.
No es casualidad, han trabajado y recogen la cosecha para este momento en que se ilusionan con el fútbol pese a su apego al béisbol como deporte mayoritario de una afición con tradición “pelotera”.
Es el momento en que los nuestros dejen atrás la adversa decisión de trepar el bus equivocado que no lleva a ninguna parte. Estar en el vehículo correcto es el pedido de una afición que no merecer este castigo. (Hugo Laredo)