La disolución constitucional del Congreso no ha cumplido una semana, aunque la crisis no se haya extinguido, parece que el horizonte comienza a aclararse con una derrota clara del fujimorismo y sus aliados de ocasión entre los que ha destacado nítidamente Pedro Olaechea, actual presidente de un Congreso que sólo existe en su imaginación.
También ha quedado en la sección del debe Mercedes Aráoz, la vicepresidenta fue quien peor jugó sus cartas: votó en contra de la cuestión de confianza planteada por su propio gobierno, al favorecer la elección de Gonzalo Ortiz de Zevallos al Tribunal Constitucional y luego fue tragada por una especie de torbellino de momentos absurdos, que incluyeron la vacancia temporal de Martín Vizcarra y su asunción como presidenta encargada. Tan alejada ha estado de la realidad, tanto la segó su ambición, tanta torpeza demostró en el lapso de tan poco tiempo y luego la verdad una falta de coherencia abrumadora cuando descubrió que podía ser acusada por usurpación de funciones y corrió a renunciar a su encargatura, que convendría preguntarnos cómo ha sido posible que llegue tan lejos en nuestra política.
Martín Vizcarra estaba desahuciado la semana pasada y esta semana, jugándose el todo por el todo por la cuestión de confianza, logró revertir esa situación terminal, consolidando su poder y disolviendo ese Congreso obstruccionista y mafioso que tanto daño le ha hecho al país.
Es verdad que en este pulso ayudó mucho la prepotencia suicida del fujimorismo y sus satélites, que pensó que a punta de matonería obtendrían ese triunfo definitivo para sacar adelante su proyecto totalitario, que Vizcarra no se atrevería a responderles, y de este modo forzó la confrontación de poderes hasta el final, ganándose todo el desprecio popular.
La consecuencia del lunes más vertiginoso de nuestros últimos años es que el presidente Vizcarra aplicó un mecanismo constitucional que no había sido usado nunca en nuestra historia, cuyas consecuencias comenzamos a intuir, aunque todavía nos queda mucho por ver.
Vizcarra ha salido del pleito como un presidente librado de contrapesos institucionales, con un poder de maniobra del que no gozó ninguno de sus antecesores, algo que en las manos equivocadas puede resultar francamente peligroso.
El presidente se ha comprometido a seguir respetando escrupulosamente la Constitución, manteniendo la independencia institucional, la libertad de expresión y el curso de las elecciones parlamentarias ya convocadas.
Quienes realmente creemos en la democracia, quienes fuimos los primeros en protestar por los manejos turbios, autoritarios e ilegales de la disuelta mayoría parlamentaria, apoyando la presentación de la segunda moción de confianza y la disolución constitucional del Congreso, debemos ser los primeros vigilantes de que se cumplan las promesas de una transición dentro de los cauces del estado de derecho.
El trabajo de la prensa independiente y de los ciudadanos de bien no es aplaudir luego de este triunfo sobre una coalición nefasta para el país, sino mantener la guardia alta para que esta transición no se salga de su curso y permita que luego de sacudirse uno de sus grandes males, el Perú recupere el tiempo perdido.
(Transcripción de Al Vuelo con Raúl Tola de La Mula Reportajes)
Raúl Tola: Yeni Vilcatoma mantiene intacto su talento para el absurdo