En las inmediaciones de uno de los mayores centros de votación del humilde distrito limeño de Villa El Salvador, el ambiente este domingo era de crispación entre los cientos de electores que, aglomerados en filas kilométricas, aguardaban ansiosos su turno para expresarse en las urnas.
En la peor fase de la segunda ola de covid-19 en el país, los peruanos están convocados para elegir al nuevo presidente, sus dos vicepresidentes y para renovar los 130 representantes del Congreso y los 5 del Parlamento Andino.
Y lo hacen en una jornada electoral en la que se respira el hartazgo y el escepticismo hacia la clase política de un electorado claramente fragmentado y que no augura una salida a la enorme crisis política y moral en la que ha estado sumido el Perú en los últimos cinco años.
Entre la multitud de Villa El Salvador, y bajo un sol abrumador, se encontraba Luis Humberto Rincón, un hombre diabético de 55 años que se plantó a las 07.00 horas en el local de votación donde estaba citado su hijo con discapacidad.
«Mira la colaza que hay. Cómo se amontonan. Nadie respeta la distancia», espetó a Efe Rincón, quien, despistado por la falta de directrices claras, conversaba al lado de una suerte de mercado callejero y puestos de comida improvisados.
Entre las 07.00 y las 09.00 horas, las autoridades electorales habían llamado a votar a adultos mayores, mujeres embarazadas, personas con discapacidad y de riesgo ante la covid-19.
Pero el gran ausentismo de los miembros de mesa impidió la apertura a tiempo de numerosos locales de votación, lo que se tradujo en justamente lo contrario de lo que se buscaba: retrasos, colas, esperas de más de tres horas y aglomeraciones entre las poblaciones más vulnerables al coronavirus.
«Es un desorden, un peligro para todos», aseveró a Efe Maximilio Diaz, de 67 años.
Y todo, en el día en el que el Perú debería estar de luto, tras registrar la víspera un nuevo récord de muertes del nuevo coronavirus, que no da tregua al país.
MEDIDAS DE SEGURIDAD
Una de las primeras votantes en depositar su sufragio en este local de Villa El Salvador fue Telma Hidalgo, una vecina de 62 años que hizo cola desde las 6 de la mañana, vestida con sus mejores galas.
Hidalgo era de los pocos votantes que cumplía con absolutamente todas las medidas de seguridad solicitadas por las autoridades para evitar contagios de covid-19 durante la votación.
Además de doble mascarilla, también llevaba un protector facial y su propio bolígrafo azul para marcar la papeleta electoral, que no era obligatorio, pero sí opcional.
Antes de entrar a los centros de votación, situados en esta ocasión al aire libre para prevenir la expansión de la covid-19, los organizadores tomaban la temperatura a los electores, quienes eran rociados con líquido desinfectante.
INCERTIDUMBRE
Más allá del enfado generalizado por las largas horas de espera y el riesgo de exposición al virus, se respiraba una sensación a medio camino entre la curiosidad y la resignación entre un electorado sin duda fragmentado y hastiado de su clase política.
Con hasta siete candidatos empatados en las encuestas que compiten por dos plazas para la segunda vuelta, pocos centenares de votos pueden ser definitivos para determinar quién será el próximo presidente del país.
«La verdad, todo va a ser una sorpresa», aseveró a Efe Inés Diano, una vecina del acomodado distrito limeño de San Isidro, que al mediodía todavía esperaba que abriera su mesa de votación.
En la lucha estrecha por obtener más votos y quedar en el primer o segundo lugar figuran el centroizquierdista Yonhy Lescano, de Acción Popular; el economista Hernando De Soto, del partido de derecha neoliberal Avanza País, y la izquierdista Verónika Mendoza, de Juntos por el Perú.
También pugnan por entrar en el balotaje la candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori; el ultraderechista Rafael López Aliaga, de Renovación Popular; el líder sindical Pedro Castillo, del grupo de extrema izquierda Perú Libre, y el exportero de fútbol George Forsyth, del partido centroderechista Victoria Nacional.
ESCEPTICISMO
Sea cual sea el resultado de este domingo, está claro que quienes pasen a segunda ronda contarán con un magro respaldo ciudadano, que de raíz limitará la legitimidad del presidente que resulte finalmente electo.
Así, el escenario resulta poco esperanzador para hallar una salida a la grave crisis política y moral que atraviesa el país desde 2016 y que se saldó con la caída de tres presidentes y la disolución del Congreso.
«Esperamos que los próximos cinco años sean de continuidad porque ya estamos hartos de que cada año estén sacando a presidentes, congresistas… Al final esto hace que haya una crisis permanente», expresó a Efe Renzo Aquino.
Para el Parlamento, las proyecciones tampoco auguran estabilidad, pues se estima que podrán entrar hasta doce agrupaciones distintas.
«Hay tantos candidatos, tantos partidos políticos… Creo, lastimosamente y con vergüenza propia de la nación, que esto es una representación de lo que somos», agregó la esposa de Aquino, Gisele Andina.
EFE- Carla Samon Ros