Un hombre y una mujer: 50 años después (tráiler)

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El veterano Claude Lelouch reúne 50 años después a los protagonistas de la mítica y oscarizada cinta romántica Un hombre y una mujer, para esta secuela, Los años más bellos de mi vida, que se estrena mañana y supone además el regreso puntual a la pantalla de Jean-Louis Trintgnant, de 88 años retirado ya del cine

En la húmeda Normandía, donde el verano (y más a estas alturas de temporada) negocia a plazos con el sol y a menudo obliga a la chamarra y al foulard, se arraciman los recuerdos de cosas (leídas, vistas en el cine…) que nunca vivimos: en Cabourg conocimos a Albertina y las muchachas en flor de un Proust ensoñador y asmático; más allá, salvamos al soldado Ryan en las playas donde se decantó la guerra; de lejos, hacia el interior, llegan ecos de los irredentos chouanes (Dios, Patria y Rey) que conocimos de manos de Balzac; y, al otro lado, se encuentra El Havre, la tierra de promisión de los subsaharianos de Kaurismaki. No queda espacio sino para un gran amor, un amor «como no hay otro igual», en la elegante y fría costa de Dauville, imponente y kilométrica. Una historia esencial, que solo requiere de dos factores para echar a andar: «Un hombre y una mujer». Y un tercero, Claude Lelouch, cámara al hombro.

La cinta de 1966, melodrama romántico que marcó época y estética (esos paseos en blanco y negro por la playa, las disquisiciones amorosas al volante, la música inconfundible de Francis Lai…), ha condicionado toda la filmografía del director francés. Pero, a sus 81 años, envidiablemente saludable, Lelouch manifiesta que jamás ha tenido la necesidad de zafarse de la sombra alargada de esta obra germinal: «Esta película es mi padre y mi madre, cambió mi vida y la de Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée (su reconocida pareja protagonista). Siempre he convivido con ella; cada vez que estrenaba algo, se comparaba con »Un hombre y una mujer». Pero este filme me permitió hacer 50 películas, ser un cineasta libre». Y, además, ganar una Palma de Oro y el Oscar a mejor película de habla no inglesa y mejor guión con apenas 30 años.

La historia de amor de estos dos jóvenes viudos, Jean-Louis, piloto de carreras, y Anne, script de cine –un amor fulgurante y, como tantos, indescifrable, inmenso y, a la postre, fallido–, ha quedado congelada durante 50 años en la memoria sentimental del espectador y en la arena compacta de la playa de Deauville. Hasta que este adolescente de 81 años sin miedo a nada, ni siquiera a tocar su filme más sagrado, ha decidido reunir en «Los años más bellos de una vida», que se estrena mañana en cines, a la pareja protagonista, esta vez octogenarios

–Muchos le habrán dicho: ¡qué necesidad hay de tocar »Un hombre y una mujer»!

Cuando el filme cumplió 50 años, nos reunimos todos y la volvimos a ver. Durante la proyección yo solo estuve mirando a Jean-Louis y Anouk. Pensé: si consigo convencerles de retomar esta historia, podremos empezar realmente a hablar de amor. Tras la proyección, les conté el proyecto. Jean-Louis dijo no inmediatamente (el actor, de 88 años, se retiró en 2017 del cine). Anouk (87), por su parte, dijo «sí, sí», pero convencida de que no se haría. Cuanto más me decían que no, más ganas me entraba de hacerlo. Los productores y distribuidores con los que hablé estaban aterrados con la idea. «No hay que tocar esa película, no se puede tocar algo sagrado. Pero yo pensé: todos se equivocan, es precisamente ahora cuando podemos hablar del amor, de la vida, del paso del tiempo».

«Verdaderamente –afirma el Mastroianni de »Divorcio a la italiana»–, la vida comienza a los 40 años». Del mismo modo, para Lelouch, el amor, el de verdad, arranca a partir de los 80, cuando todo se da por descontado. En esa situación se encuentran los antaño jóvenes viudos de la cinta del 66: él, en una residencia, aquejado de Alzhéimer, recordando entre duermevelas de sueño y realidad aquella historia sin paragón en su memoria; ella, en la ciudad, feliz abuela, requerida un día por el hijo del ex piloto de carreras, dispuesta a reencontrarse con aquel anciano que una vez la llevó de Deauville a París bajo la lluvia

–Neruda diría: nosotros los de entonces, ya no somos los mismos.

–Yo tengo ya casi 82 años y sé que ahora ya no me asusta nada. Y toda la vida he tenido miedo de un montón de cosas. Precisamente por eso ahora me entraron ganas de filmar a este hombre y esta mujer que, a su vez, ya no tenían miedo de nada. Vuelven al amor con toda la tolerancia. Las historias de amor enseguida se convierten en un enjuiciamiento; pasada la primera semana (que es un fraude), se empieza a juzgar al otro, sus defectos. A los personajes y los actores de «Los años más bellos de nuestra vida», ya les da igual, no les asusta el amor, han tenido vidas difíciles no solo en el cine, sino en la realidad. Quería mostrar que es más fácil amar cuando se es mayor que cuando se es joven

La voz del cine francés

El encuentro de Jean-Louis y Anne es, obviamente, harina de otro costal: sin el deseo urgente, sin la ansiedad de la correspondencia, sin otras mujeres de por medio como hubieron en aquel piloto introvertido, se dedican a hablar, rememorar o fabular en el parque de la elegante residencia de ancianos. Esos momentos, los encuentros cara a cara de Trintignant y Aimée, revelan la sencilla grandeza de estos dos actores clásicos: «Jean-Louis apenas ve ni puede andar, pero le queda la voz y tiene la voz más bella del mundo. Pensé que esa voz podía contárnoslo todo, la verdad, la espontaneidad que él tiene. El núcleo de mi cine es ese: filmar a gente espontánea, porque esa espontaneidad, para mí, es lo que está entre la mentira y la verdad».

El rodaje fue cuestión de días (debido a la salud de Trintignant) y Lelouch, espíritu despierto y juguetón, probó a filmar con iPhone esos cara a cara de los viejos amantes. «Siempre he sido un cineasta aficionado, vengo del cine amateur, y lo aprendí todo solo, y además siempre he sido un reportero de la vida. Soy, más que un director, un hombre que »pone en escena». Me cuesta mucho retratar a hombres y mujeres que no he conocido. Todos los personajes de mis películas los he conocido». Y, además, añade, «todos son fascinantes cuando se enamoran, entonces se convierten en héroes».

Es curioso que hable de heroismo sobre un sentimiento tan extendido y, digamos, cotidiano como el amor.

–Hay que ser héroe para enamorarse, no hay nada más maravilloso y difícil que eso, y es algo que me ha fascinado toda la vida. Siempre me he preguntado por qué nos cuesta tanto, por qué nos esforzamos en meternos en la cama de alguien, sobre todo cuando luego nos esforzamos más en salir de esa misma cama

Richard Linklater ha sido celebrado con «Boyhood» por su fidelidad durante dos décadas a los mismos personajes. Lelouch ha contado con una oportunidad excepcional y de récord: el reencuentro en cine de un mismo equipo 50 años después. El mérito es biológico, desde luego, pero también de la voluntad de dejar testimonio del amor y el paso del tiempo. Para cuadrar el círculo, Francis Lai, el compositor de aquel «dabadabada» que sigue tarareando el buen aficionado al cine, también ha compuesto la música de esta secuela. Lo hizo meses antes de fallecer en noviembre de 2018. «Los años más bellos de una vida» es el tributo, modesto en términos cinematográficos pero muy emotivo, que una generación de creadores de cine se hace a sí misma.

«Este es un mundo terrible para ser joven»

Claude Lelouch, nacido en 1937, se ha formado una idea sobre la deriva de Europa en estos 80 años. «Hoy en día es más fácil ser viejo que joven; hemos fabricado un mundo de viejos, para ellos, y terrible para los jóvenes. En mi época era justo al revés. El mundo en 80 años se ha invertido completamente». De joven se quedó impactado con «Ladrón de bicicletas», hasta el punto de que este director, que se precia de haber ido por libre y no pertenecer a camarillas, considera que la Nouvelle Vague la inventó ese filme, o sea el neorrealismo italiano.

Fuente: larazon.es/Foto: abc.es

 

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