Oculto entre escombros durante más de tres milenios, un pequeño hueso tallado salió a la luz en Lima para ensalzar el poderío de Chavín, la primera gran civilización del Antiguo Perú, que extendió su dominio por el actual territorio peruano más de dos mil años antes que los incas.
El hueso, una costilla animal en la que fue grabada la figura de un ave rapaz, fue encontrado en las excavaciones que el Ministerio de Cultura, en convenio con el Museo Andrés del Castillo, hace en el complejo El Paraíso, un conjunto de templos que son los más antiguos de la capital peruana, con hasta 3.700 años de antigüedad.
La pieza tiene apenas quince centímetros de longitud y constituye la evidencia más antigua de la presencia de la civilización Chavín en el territorio donde ahora se asienta la caótica y bulliciosa Lima, al menos 300 años antes de lo que se pensaba, explicó a Efe el arqueólogo Óscar Araujo, descubridor del objeto.
«No hay duda alguna de que es Chavín«, añadió a Efe el conservador de la zona, Santiago Morales, al observar las formas y el estilo del grabado, muy semejante al que se puede apreciar en Chavín de Huántar, los templos enclavados en el corazón de los Andes del norte del país desde donde esta cultura abarcó cientos de kilómetros.
A más de 400 kilómetros de distancia del centro neurálgico de los Chavín, el tiempo y el abandono partieron la pieza en dos partes, pero aún es posible distinguir con facilidad el ojo, las plumas, las garras y el pico del ave, donde incluso lleva una presa que acaba de cazar, grabadas con minuciosidad y detallismo.
Los arqueólogos todavía debaten sobre si la presa es un pez o un perezoso, pues si fuera lo segundo podría tratarse de un águila arpía y reafirmaría su origen Chavín, una civilización que tuvo mucho contacto con la Amazonía.
El ave rapaz es además un elemento muy distintivo de la iconografía de Chavín, donde también están el puma, la anaconda y el caimán, precisó Morales.
Así, los habitantes de El Paraíso, cuyos templos se erigen en la árida y desértica ribera del río Chillón, muy cerca de su desembocadura al océano Pacífico, conocieron las aves y los animales de la selva, situada al otro lado de los Andes, pues en los diferentes entierros excavados también se encontraron guacamayos.
La figura ósea estaba entre los escombros con que se rellenaron los edificios, una práctica muy habitual en las civilizaciones del Antiguo Perú, que soterraban sus construcciones cuando las abandonaban o cuando querían hacer un nuevo templo encima, lo que daba lugar a pirámides truncas.
El arqueólogo Araujo aclaró que el hueso tallado no implica que los Chavín dominaran la zona en ese momento, pero sí que tenían influencia en ella.
«Lo que nos indica es que ya hay presencia en la zona en el momento que los edificios fueron clausurados», apuntó.
El objeto estaba muy cerca de una de las doce construcciones del complejo de El Paraíso, que fue arrasada en 2013 como parte de un proyecto inmobiliario, un grave atentado al patrimonio arquitectónico, arqueológico y cultural de Perú, que detuvo las excavaciones durante dos años.
«Si no fuera por nuestro trabajo aquí, todos estos vestigios hubiesen desaparecido por completo», lamentó la arqueóloga Dayanna Carbonel, quien en 2016 descubrió en la zona un cactus de unos 4.000 años de antigüedad, de la especie alucinógena San Pedro (Echinopsis pachanoi), como parte de una ofrenda.
Sin embargo, las excavaciones con el apoyo estatal culminarán en enero de 2019 y ya no podrán prorrogarse si no es por una iniciativa privada, lo que puede dejar bajo tierra más revelaciones que los milenarios y arcaicos templos de El Paraíso pueden esconder sobre el Antiguo Perú y sus civilizaciones prehispánicas.
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