El último día de 2019 China informó a la OMS de la aparición de una nueva neumonía y, en solo once meses, la ciencia logró un hito: administrar la primera vacuna de Pfizer para la covid-19. El mundo se adentra ahora en una inmensa campaña de inmunización sin perder de vista las nuevas variantes.
En la actualidad, hay una decena de vacunas contra el SARS-Cov-2 y casi 300 candidatas, de ellas 20 en fase clínica III. Sin embargo, más de un centenar de países no han comenzado aún un proceso de vacunación que debería alcanzar a unos 7.000 millones de personas y uno de los motivos es la falta de recursos.
Desde la aparición del nuevo coronavirus, la comunidad científica ha trabajado sin descanso. Bastó una semana para identificar el virus y tres días después se conocía su genoma, punto de partida para encontrar la vacuna, en la que el mundo ha puesto sus esperanzas de controlar la pandemia.
El 8 de diciembre, la británica Margaret Keenan, de 90 años, fue la primera en el mundo en recibir la formulación de Pfizer. «Era algo totalmente impensado, que en menos de un año haya varias vacunas y todas estén funcionando», dice a Efe Guillermo Docena, inmunólogo del argentino Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
Unos meses antes, en agosto, Rusia había aprobado la Sputnik V, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) recibió el anuncio con cautela por la falta de datos disponibles, hasta que en septiembre un estudio en The Lancet avaló su seguridad.
De las vacunas disponibles, la de la estadounidense Pfizer y la alemana BioNTech es la más usada (69 países); seguida de la británica de la Universidad de Oxford y AstraZeneca (58); la estadounidense Moderna (30), y la rusa Sputnik (18), según datos del portal alemán Statista.
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Israel ha vacunado ya a la mitad de su población y, según sus autoridades, la efectividad de Pfizer supera tasas del 95 % para prevenir la enfermedad grave, hospitalizaciones y muertes.
En Reino Unido, según el organismo sanitario Public Health England, se han detectado «evidencias» que apuntan a una mayor caída en las tasas de hospitalizaciones y fallecimientos entre los ya vacunados.
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Aún queda por comprobar hasta qué punto las vacunas pueden frenar la transmisión del virus, «eso es algo que aún no se sabe» y que no se va a poder resolver «hasta que no haya un porcentaje más alto de vacunados», destaca la inmunóloga Carmen Álvarez, de la española Universidad Internacional de La Rioja.
LAS VACUNAS FRENTE A LAS NUEVAS VARIANTES
En los últimos meses, la aparición de nuevas variantes del virus es motivo de preocupación, porque «pueden afectar a la eficacia de las vacunas», dice Álvarez, y agrega que aún «no está claro» si es así con la sudafricana o la brasileña -en el caso de esta última aún no hay datos-.
Estudios preliminares apuntan a que las principales formulaciones mantiene su eficacia frente a la británica, pero preocupa más la sudafricana, pues podría ser menor, en especial la de AstraZeneca, que, según una investigación del pasado febrero, mostró una eficacia muy limitada en la prevención de casos leves o moderados; de hecho, recuerda Docena, Sudáfrica decidió suspender su aplicación.
Tanto Pfizer, como Moderna y AstraZeneca han anunciado que trabajan en nuevos desarrollos para la variante sudafricana.
Los preparados de Pfizer y Moderna están basados en ARN mensajero, que se usa por primera vez para vacunas y que sorprendió al mundo con niveles de eficacia superiores al 90 % en los ensayos clínicos.
Esta tecnología, como la basada en adenovirus que usan AstraZeneca y Johnson&Johnson, tiene la particularidad de que se puede modificar «muy rápido», con lo que se podrían hacer dosis específicas para estas variantes, explica la inmunóloga española, aunque luego hay que producirlas a gran escala, agrega Docena.
LA DESIGUALDAD DEL REPARTO
Más allá del problema de las variantes, el inmunólogo argentino -cuyo grupo de investigación tiene en marcha un proyecto de vacuna en fase preclínica- cree que hay dos aspectos principales en el proceso de vacunación: la producción a escala y una distribución más homogénea en el mundo.
«Como ahora se sabe que funcionan, todos los países quieren tener su vacuna y las plantas de producción no dan abasto», de hecho, empiezan a aparecer problemas «en algo tan sencillo como que no hay frascos de vidrio. Eso es algo muy elemental frente a todo el desarrollo de las vacunas».
Más allá de los retrasos en la llegada de los viales comprometidos, Docena destaca que «hay mucha inequidad» en la distribución», solo 40 de los 190 países del mundo están vacunando -dice- y existen regiones completas con bajos recursos, como África, que apenas reciben vacunas.
El científico recuerda la existencia de la iniciativa Covax, formada, entre otros, por la OMS y la Alianza para las Vacunas GAVI, que supone la mayor operación de distribución de vacunas de la historia; 2.000 millones de dosis antes de fin de año para países con pocos recursos.
Estamos en una situación de pandemia y la respuesta debe ser global, dice Álvarez: «De nada sirve que nosotros (en Europa) estemos supervacunadísimos si los países cercanos no lo están».
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El arsenal de vacunas será cada vez mayor y abarcará las distintas necesidades. Hasta ahora, eran de dos dosis, pero EE.UU ha autorizado ya la de Johnson&Johnson, de un solo pinchazo, una formulación que, como AstraZeneca, se conserva, entre 2 y 8 grados, frente a las temperaturas bajo cero de Pfizer y Moderna.
La ciencia ha demostrado, una vez más, que tiene las respuestas a muchos problemas de la Humanidad y, en esta ocasión, Álvarez destaca cómo se han aunado fuerzas. Nunca había ocurrido -dice- que empresas biotecnológicas se unieran, entre ellas y con instituciones públicas y académicas. Pfizer y BioNTech o la Universidad de Oxford y AstraZeneca son algunos ejemplos.
Docena y Álvarez coinciden en señalar que la forma de controlar la pandemia es acelerar el proceso de inmunización. «El que ya vacuna que lo haga rápido y el que no lo hace, que empiece, porque de otra manera -dice el argentino- este problema va a seguir durante años».
Sin olvidar que la población tiene que seguir observando el uso de mascarillas, el respeto de la distancia de seguridad, la limitación de los contactos o la higiene de manos, porque, como destaca Docena, «la evolución de la pandemia depende de cada uno de nosotros».
EFE/ Carmen Rodríguez- Foto internet-medios