Zen Ruffinen, el primer ejecutivo que denunció corrupción en la FIFA

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Michel Zen Ruffinen (Suiza, 1959) fue el primer ejecutivo de la FIFA en denunciar la corrupción instalada en la organización que rige el fútbol mundial. Lo hizo en 2002 con un informe demoledor en el que ya anunciaba las malas prácticas que han desembocado en la dimisión de Joseph Blatter y en la detención de 17 personas, 14 pertenecientes a la FIFA, y tres a empresas que tienen que ver con la explotación de los derechos de televisión y el marketing.

“En ese momento me parecía que en la FIFA había problemas muy grandes y ahora las cosas son mucho peores que hace 13 años”, advierte Ruffinen, retrepado en una silla de su despacho en Lausanne, donde recibió al periodista del diario El País de España autor de esta nota.

Aquel explosivo informe le hizo dimitir como secretario general de la FIFA. “Me marché porque era imposible trabajar con la misma administración y firmé un contrato en el que ambas partes no podíamos criticarnos ni yo hablar de mi etapa de secretario general ni de miembros de la FIFA”, explica.

Ruffinen, abogado especializado en derecho deportivo, trabaja ahora para Matchword, una empresa que se dedica, entre otras actividades, a organizar partidos amistosos internaciones.

El despacho principal lo preside una mesa alargada de madera clara y una pantalla gigante de plasma. La fría funcionalidad del mobiliario la rompen las paredes forradas con camisetas enmarcadas de selecciones y equipos de todo el mundo. “Lo que hice en el informe fue poner por escrito cosas que conocía. La FIFA debió corregirlas, lo problemático es que no se hizo nada, y la consecuencia es que todo ha explotado ahora”, advierte.

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Una figura central del escándalo FIFA es Jack Warner, expresidente de la Concacaf. La FIFA le cedió por un dólar los derechos de televisión del Mundial 98 y eso fue denunciado por Ruffinen en su informe. Lo que en un principio parecía un gesto de solidaridad ordenado por el expresidente João Havelange para que el evento fuera seguido por todas las islas del Caribe se convirtió en un gran negocio porque Warner los revendió y ganó millones de dólares.

También logró que para el Mundial sub 17 celebrado en 2001 en su país, Trinidad y Tobago, la agencia de viajes oficial no fuera la de la FIFA, sino la suya propia. Para ese mismo campeonato, Blatter otorgó un proyecto a SEMTOR, una empresa que tenía contratado a un hijo de Warner. Los expertos consultados advirtieron que el proyecto estaba exagerado y que su costo debía oscilar entre 300.000 y 500.000 dólares. Sin embargo, el monto pagado por la FIFA ascendió a más de 1.950.000 dólares.

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“Cuando FIFA llega a la conclusión de que el dinero se ha utilizado para fines personales, debería haber intervenido, dictar sanciones y recuperar el dinero. Hay gente que dice que esto no se ha hecho, pero no puedo asegurarlo porque no estoy en FIFA”, asegura Ruffinen, que vio cómo la prensa suiza interpretó como una amenaza de muerte unas palabras de Warner ante una visita suya a Miami en 2002 en un congreso de la Concacaf. “No puedo garantizar la seguridad del secretario general de la FIFA”, dijo Warner.

Coacciones por Goal
El programa Goal, para el desarrollo del fútbol, también fue muy cuestionado por el ex secretario general. “Estos programas son buenos porque hay muchas federaciones en el mundo que necesitan ayuda. El tema más delicado es saber lo que pasa una vez que la decisión de ayudar ha sido tomada. El gran problema es la utilización del dinero, no sé lo que se ha hecho desde que estoy fuera, pero siempre dije que había que controlar el dinero», afirma Ruffinen, que pronunció estas palabras cuando leyó ante el comité ejecutivo el informe hace 13 años: “El presidente saca provecho de los proyectos Goal y FAP al utilizarlos para influenciar el curso de los hechos en el interior y el exterior de la FIFA. Esto es particularmente evidente en la zona de la Concacaf (confederación centroamericana), donde numerosas asociaciones han sido persuadidas de que perderían todo sostén financiero si no aportan su apoyo al régimen actual”.

“En 15 años han dimitido siete u ocho miembros del comité ejecutivo siempre en relación con rumores de irregularidades”, prosigue Ruffinen. Dos de las dimisiones más sonadas fueron las de João Havelange como presidente de honor de la FIFA y la de su yerno Ricardo Teixeira como miembro del comité ejecutivo al demostrarse que recibieron sobornos millonarios de ISL, la empresa quebrada que gestionaba los derechos de televisión de la Copa del Mundo y el marketing de la FIFA.

Los distintos pagos descubiertos en cuentas personales de Havelange y Teixeira o de empresas vinculadas a ellos ascendieron a 22,3 millones de dólares entre 1992 y 2000. “Es una buena sugerencia que el presidente de la FIFA esté alejado de decisiones como la de la venta de los derechos audiovisuales o de los de marketing”, añade. “Lo peor de todo ha sido la decisión de la FIFA de conceder las Copas del Mundo de 2018 y de 2022 a la vez. No puedo entenderlo, ya era difícil antes, pero en una situación así todo puede suceder”.

Mundial multisede como solución
La fiscalía suiza investiga las concesiones a Rusia 2018 y a Qatar 2022. El fiscal Michael Lauber ordenó el registro de la sede la FIFA, incluido el despacho de Blatter, y la revisión de los ordenadores. “La estructura de voto ha sido un error fatal, con solo 24 personas tomando una de las decisiones económicas más importante del mundo. En la próxima elección para 2026 se dará derecho a todas las federaciones y es mejor, pero tampoco es lo ideal, hay que ver cómo se puede hacer, quizá el ejemplo sería copiar el sistema del COI”, reflexiona Ruffinen. “Hubo un miembro de la FIFA que tomó la decisión de no votar en una elección porque había demasiada presión”, abunda. “Quizá para rebajar esa presión lo mejor sea distribuir las sedes del Mundial por distintos países como se hará con la Eurocopa de 2020”, opina. La UEFA estableció que 13 ciudades, entre ellas Bilbao, acojan partidos. Las semifinales y la final se disputarán en Londres. Preguntado sobre las elecciones de Rusia y Qatar, Ruffinen dice: “Cuando la FIFA decide atribuir un Mundial hay un cuaderno de cargas, cuando Qatar lo recibió es que lo cumplieron, supongo que incluyendo un estudio de los aspectos climáticos. Hacer una competición tan gigantesca en un territorio tan pequeño no me parece tan lógico. Siempre fui partidario de que lo organizaran con un país vecino”.

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Cambiar la forma jurídica para la regeneración
Ruffinen maneja los rumores de que Blatter tenga un as en la manga y busque una solución que le permita seguir al frente de la FIFA. Esto impediría la demandada regeneración. “Primero hay que reestructurar el comité ejecutivo y cambiar la forma jurídica de la FIFA. Ahora es una asociación incluida en el registro del comercio suizo, pero no es suficiente. Debe ser una organización limitada, pero con algunas especificaciones con respecto al derecho deportivo. Hay que diseñar un nuevo modelo que no existe en el derecho suizo”, opina el ex secretario general, que es favorable a que los directivos de FIFA puedan ser juzgados.

“Deben tener una responsabilidad legal similar a la que tiene un administrador de una sociedad anónima en el derecho suizo, que es muy severa”.

La otra gran pata de la reforma de la que habla Ruffinen no es sencilla. “El principio básico con la asamblea de la FIFA sería respetar el derecho de cada federación de tener un voto para algunas decisiones generales, pero no para todas. Al mismo tiempo, debería crearse una cámara en la cual las federaciones más grandes que tienen intereses diferentes al respecto de algunas decisiones económicas podrían tener el derecho de bloquear lo que decide la asamblea o tomar decisiones por sí misma”. La pregunta es obligada. ¿No se rebelarían las federaciones más pequeñas? “La clave es hacer entender y asegurarles legalmente que no van a perder económicamente”.

(Entrevista: Ladislao J. Moñino – Diario El País, España).

 

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